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La guerra comercial entre EE.UU. y China para reducir las etiquetas ‘Made in China’

Todo comenzó hace un año con la administración estadounidense, bajo el liderazgo del presidente Donald Trump, que impuso un arancel del 25 por ciento a 818 categorías de bienes importados de China.   Este movimiento se intensificó aún más hasta convertirse en una importante guerra comercial bilateral entre estas dos superpotencias económicas. Desde entonces, las marcas con sede en EE.UU. que dependen de la fabricación china han visto aumentar los costes de sus productos y disminuir los márgenes de beneficio, lo que les ha dificultado sobrevivir en el mercado competitivo. Como revela la última encuesta trimestral de más de 150 empresas globales realizada por el servicio de auditoría e inspección de la cadena de suministro QIMA, con sede en Hong Kong, más de tres cuartas partes de los encuestados de EE.UU. afirman que se han visto gravemente afectados por los aranceles entre EE.UU. y China.

No hay señales de que este ciclo de imposición y contraimposición de aranceles esté llegando a su fin. La semana pasada, el presidente Trump anunció sus planes de imponer un arancel del 10 por ciento a otras importaciones chinas por valor de 300.000 millones de dólares a partir de septiembre de 2019. China, a su vez, respondió pidiendo a las empresas estatales que detuvieran sus compras agrícolas en Estados Unidos y permitiendo que su moneda, estrechamente controlada, cayera a su nivel más bajo de los últimos 11 años frente al dólar estadounidense, una medida que encarece los productos chinos en el extranjero y las exportaciones estadounidenses a China.

Las empresas se trasladan fuera de China

Alarmados por el aumento de las tensiones geopolíticas y económicas entre los EE.UU. y China, que se están convirtiendo en una norma, unas pocas empresas estadounidenses y de otros países están cambiando su guerra comercial en China para reducir las instalaciones de producción de Made in China a otros lugares. Un estudio reciente de la Cámara de Comercio Americana revela que alrededor del 40% de las empresas estadounidenses que actualmente fabrican en China ya han cambiado de lugar o están planeando cambiar sus instalaciones de producción a otras ubicaciones en el extranjero.

Más de 50 empresas multinacionales, entre ellas Apple, Nintendo y Dell, planean trasladar al menos una parte de su producción a nuevos centros de producción alternativos en el extranjero, como Vietnam, Malasia y la India. El gigante de la electrónica TCL está trasladando su producción de televisión a Vietnam y Sailun Tire está trasladando su línea de fabricación de neumáticos a Tailandia. Otros están reubicando sus operaciones de manufactura a países más establecidos y de menor costo, incluyendo a México.

Vietnam emerge como beneficiario

Los expertos consideran estas medidas como un cambio estructural a largo plazo en el flujo comercial mundial, en lugar de una respuesta temporal a las crecientes tensiones comerciales entre Estados Unidos y China. La mayoría de los fabricantes con sede en EE.UU. ya estaban planeando trasladar sus operaciones fuera de China incluso antes de que EE.UU. les impusiera su primera ronda de aranceles. Los aranceles impuestos por Estados Unidos sólo aceleraron este inevitable reajuste.

Este reajuste beneficiará principalmente a países como Vietnam, cuyas solicitudes de permisos de inversión extranjera ya han aumentado en un 26 por ciento hasta alcanzar los 1.720 en la primera mitad de 2019. El cambio también beneficiará a los proveedores de software y servicios empresariales, en particular a aquellos que permiten a las empresas convertirse en Empresas Inteligentes y facilitan cadenas de suministro eficientes, receptivas y fiables.

Según los líderes empresariales, entre ellos el director ejecutivo de SAP, Bill McDermott, la reciente interrupción de los patrones comerciales y de las cadenas de suministro podría tener profundas implicaciones a largo plazo, ya que una vez que las empresas trasladen su producción fuera de China, es poco probable que regresen en un futuro próximo. Esto hace improbable que el reajuste de las cadenas de suministro mundiales y la incertidumbre que acompaña a estos cambios terminen en un futuro próximo.

Estos cambios afectan la capacidad de la empresa para responder rápidamente a los requisitos de los clientes que cambian rápidamente y a otros factores externos como las interrupciones de la cadena de suministro. Para los consumidores, estas medidas tendrán como resultado la reducción de las etiquetas «Made in China».

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